Instrucciones para ser miope

Un niño que comienza la escuela primaria puede encontrar algunas dificultades cuando empieza a aprender a leer. Quizá haya ya aprendido que el grado de aceptación, de aprobación y de amor que sus padres le dedican no es constante, sino variable. Ahora se da cuenta que sus padres se esperan de él algo relacionado con esta nueva habilidad: leer, que no es una habilidad natural como caminar, correr o emitir sonidos de la boca.

Imaginémonos en primer grado de primaria. Se nos invita continuamente a concentrar nuestra atención sobre estos extraños símbolos, no muy atractivos, que podríamos empezar a percibir como poco amigables. Si estamos bajo estrés (porque no entendemos, o nos aburrimos) podríamos intentar huir, distrayéndonos, agitándonos, hablando en voz alta, tratando de cambiar el juego, incluso quedándonos dormidos. Pero sabemos ya que no es esto lo que todos se esperan de nosotros. De cualquier manera, no podemos hacerlo cuando se nos pide directamente: "Luisito, lee lo que está escrito en el pizarrón". No hay posibilidad de fuga (o por lo menos, no la vemos) y descubrimos que no vemos bien, sentimos los pies pesados y la lengua atada. Además, mientras nos encontramos ahí, agobiados, somos conscientes de que nos están viendo y juzgando (en la misma manera en la cual nosotros mismos nos juzgamos, o sea, incapaces). Esto es el freeze.
Digamos que nuestro maestro no sea un profesor sádico, 37 sino una persona normal. No nos tortura demasiado, es más, empieza a preocuparse por nosotros. Y nos pone en primera fila, para tenernos bajo observación.

Ahora "huir" es verdaderamente difícil, no podemos ni siquiera combatir (¿contra qué?) y mucho menos perseguir cosas placenteras e interesantes. En otras palabras, nada de fight o flight, o Go for it; queda solamente el freeze como actitud "normal" (no solamente reservado a los momentos de estrés intenso). 38 En este momento la ligera falta de nitidez, en este estado de estrés repetitivo, se vuelve un útil medio de defensa, de protección. En cierto modo se puede huir, hacia el interior. La realidad sigue ahí, pero un poco más allá. Nuestra conciencia, como nuestra esfera energética, a su vez empieza a retroceder hacia acá, alejándose de la línea invisible.

Hasta aquí el preámbulo. Ahora el destino se desenvuelve, inevitable como una tragedia griega.

El profesor ahora está verdaderamente preocupado (y nosotros lo percibimos). Nos mandará directamente al oculista para ser examinados, o hablará con nuestros padres (que se habían ya percatado de que algo no marcha bien), y ahora también ellos empezarán a preocuparse en serio.

La terrible sensación de que algo anda mal, que se había vislumbrado en los momentos de dificultad en el aprendizaje y el descontento de nuestros padres... ahora es algo tangible. Cuando se nos lleva a examinar la vista estamos realmente presionados, lo cual, obviamente, hace ver muy mal. Entonces el resultado del examen:

"Si, efectivamente algo no funciona, en particular los ojos". Tomemos nota, porque de ahora en adelante esta será la verdad Numero Uno, eterna e inconfutable.

"No hay nada que hacer". Verdad Numero Dos.

"Pero podemos arreglarlo todo poniendo un par de anteojos". Verdad Numero Tres.

"...porque ver bien (es decir, en esa manera increíblemente nítida, casi cortante, dolorosa) es de fundamental importancia". Verdad Numero Cuatro.

Ahora hagamos un esfuerzo para tratar de recordar, porque, habiendo pasado por una experiencia similar, hemos tenido que olvidarnos de algunos aspectos.

Con nuestros nuevos lentes ahora podremos ver claramente el pizarrón (y, eventualmente, el rostro severo del profesor) aunque estamos bajo estrés. ¿Es una ventaja? ¿Nos sentimos mejor? Absolutamente no. Cuando estamos infelices y presionados, estamos infelices y presionados, no cambia nada mas que el hecho de que el objeto visual fuente de nuestra tensión ahora es dolorosamente claro. Incluso aquel mecanismo de fuga ahora es imposible. De ahora en adelante, "cualquier fuga es imposible", de hecho, inmoral. Verdad Numero Cinco.

Pero desde el punto de vista de ellos (maestros, padres) las cosas van de manera satisfactoria, de hecho se han tranquilizado (porque en el fondo sospechaban ser ellos la causa del problema). Han encontrado la causa (la miopía) y el culpable (los ojos) e inclusive encontrado una solución (anteojos para nosotros) para resolver un problema que era de ellos.

Efectivamente, esto cambia las cosas también para nosotros. Cambia la actitud hacia nosotros por parte de ellos: de nuevo son afectuosos y están relajados, y nos hacen entender que no era nuestra culpa. Ahora leemos el pizarrón (nos guste o no) y ellos se sienten contentos y lo demuestran. Esto significa que para nosotros hay esperanza; es más, ahora sabemos que cosa se debe hacer para ser apreciados y aceptados. Debemos estudiar, tener buen aprovechamiento académico y ver siempre con absoluta nitidez, aunque pueda ser desagradable o doloroso: con el tiempo ya no nos percataremos del dolor que nos provocan las imágenes fuentes de estrés, el cual se vuelve inconsciente.

Si le permitimos a nuestros ojos ver menos que perfectamente, nos sentimos muy incómodos, incluso culpables. ¿Por que? Porque esto nos trae de nuevo esa sensación de inadecuación que teníamos antes de ponernos los anteojos, cuando nos sentíamos mal y no aceptados.

Nada de raro cuando los pequeños miopes aceptan tranquilamente las gafas: desde su punto de vista, son mágicos: han cambiado totalmente la situación con los maestros y padres.

...pero ¿cual es el precio que se paga?

La relación con los otros niños se vuelve más difícil. En primer lugar, las gafas son curiosas y puede que se burlen de nosotros. Jugar se vuelve más difícil: todos los juegos que requieren una coordinación de ojos/movimiento del cuerpo y vista periférica, velocidad de enfoque, no se pueden hacer fácilmente (a menos que no nos quitemos los lentes ,pero esto no lo podemos hacer, o tenemos miedo de hacerlo). Somos torpes. También los ojos lo son: nuestros ojos se vuelven vítreos, inexpresivos.

Finalmente, nos volvemos antipáticos, no aceptables, y no sabemos porqué- se vuelve a empezar: debe haber algo que no funciona en nosotros...

Hay solo un campo donde no tenemos desventajas: el estudio. Padres y maestros están contentos si estudiamos, y nos lo demuestran. Estamos más que convencidos de la fundamental, trascendental importancia de la lectura (y por lo tanto, del estudio).

Sin embargo, esto también puede volverse un elemento conflictual entre niños. "Matado cuatrojos". Quizá esta expresión no se use hoy en día, pero si tenemos por lo menos 40 años la habremos oído, y no es una definición simpática.

Aumentar la cantidad de estudio y disminuir los juegos en movimiento significa entrenar a la vista a concentrarse prolongadamente a una distancia corta, a descifrar símbolos bidimensionales, excluyendo la periferia del campo visual, reduciendo el movimiento espontáneo de los globos oculares.

Fisiológicamente esto causa la deformación de la estructura del ojo, que se alarga 44ª : nos hemos vuelto miopes también estructuralmente, mientras que antes lo éramos solo desde el punto de vista funcional ­ y podíamos volver a ser emétrope (ver bien) en cualquier momento. Ahora la cosa será cada vez más difícil.

Estudiar nos da satisfacción, cosa que necesitamos para compensar nuestro sentido de inferioridad. No se ve otro camino.

¿Que pasará dentro de unos años, cuando comience la pubertad y entre en juego la relación con el otro sexo?

Es fácil preverlo. La confianza en nosotros mismos, ayudada por los resultados en los estudios y por la aprobación de los adultos, empieza a desmoronarse. La sensación de ser fundamentalmente inaceptables vuelve a aparecer. Para parecernos a los modelos sociales (actores, cantantes) teníamos que haber desarrollado justo lo que hemos descuidado.

Quisiéramos escondernos, que nadie nos viera. Y los anteojos nos ofrecen una protección relativa de las miradas y juicios ajenos: sin ellos nos sentiríamos desnudos, expuestos al escarnio público.

Resumiendo todo el proceso, podemos decir que la duda original "hay algo que no funciona en mí" gradualmente se vuelve un hecho: las mismas estrategias utilizadas para alejarla han creado la condición para que se confirmara. Reconocerlo es algo sumamente doloroso. Significa traicionar nuestra intención original (ser un buen niño/a y hacer felices a nuestros padres) y todas nuestras decisiones consiguientes. "Me he equivocado en todo". Esto no es tolerable: mucho mejor echar todo tras la puerta del inconsciente y seguir adelante.

Para poder invertir este proceso se necesita poner, con mucha paciencia, algunas bases:

1) "No es tu culpa". Si miras las decisiones tomadas cuando niño, te das cuenta que, simplemente no tenias alternativas.

2) "Tampoco es culpa de tus padres", que tampoco tenían alternativa.
3) "Tampoco tiene sentido buscar a los culpables", porque no existe lo correcto y lo errado de manera absoluta.

4)"Por lo mismo ahora eres libre para elegir como ver". Naturalmente para que verdaderamente haya libertad de elección, hay que traer a la luz las convicciones ocultas.

5) Y "no es demasiado tarde".

6) Y "las personas importantes te apoyan en tus decisiones".

Las dramáticas mejorías en la vista que nos han comunicado, mientras se efectuaban técnicas derivadas de la Gestalt, Primal, Kinesiología, Programación Neurolinguística, etc. generalmente se deben a la acción destructurante de las convicciones profundas, que estas técnicas favorecen.

Naturalmente se necesitan otros elementos (educativo y de autoconciencia, sobre todo) para que los cambios sean estables.

Esto significa entre otras cosas que todas estas disciplinas tienen algo que aprender de nuestro enfoque.

Fuente: Maurizio Cagnoli

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