El círculo perfecto

Uno de los ejercicios que he comentado en otros posts era el de hacer círculos con los ojos, intentando hacer un círculo lo más redondo posible, primero hacia un lado y después hacia el otro, y fijándonos en qué partes nuestros ojos querían evitar la línea curva o se saltaban algún punto. De esta manera hacemos que trabajen los diferentes músculos oculares y, como consecuencia, movilizamos las cuestiones psíquicas y emocionales que están relacionadas.



Yo lo he practicado muchas veces: en los ascensores, en casa, en el trabajo, en el tren, etc. Sin embargo, no fue hasta hace unos días que lo hice de verdad. La ventaja de hacerlo en distintos lugares es que aprovechamos cualquier momento muerto para mover nuestros ojos, habitualmente fijos y tensos. La desventaja es que posiblemente no lo hacemos con la paciencia, lentitud y precisión necesarias.

Lo verdaderamente importante es hacerlo poco a poco y observando si nuestros ojos hacen realmente ese círculo perfecto. ¿Quizás en las diagonales nos cuesta? ¿Quizás nos duelen algunos puntos? ¿Quizas por algunos lugares ni siquiera pasamos? Sin forzar, hay que ir insistiendo.

¿Cómo supe que lo había hecho bien? Porque mis ojos se abrieron más, mi campo visual aumentó y percibía una sensación nueva, de amplitud, de algo desconocido. Felicidad y miedo a la vez.

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